Conócenos

"Mi nombre es Ana Rama y soy una de las personas que componen este nutrido y fabuloso puzzle que es “Cuatro gatos Cartagena. Defensa Animal”.Si os digo que he sido socia fundadora junto a Rosa Ríos, la persona más mayor de nuestra asociación y que ahora, por razones de la edad, está limitada a realizar menos trabajo físico, que he sido Presidenta durante el primer año para darle forma a esta asociación, contando con muy pocas manos y recursos y que en esta nueva etapa soy la Secretaría, solo os estoy dando datos. Nada más.Voy a contaros el momento exacto en el que nació esta asociación, y fue hace algo más de una década una noche bien entrado el otoño. Al ir a entrar al portón de casa vi a lo lejos una señora mayor, encorvada, moño blanco, andar pausado, pero no fue nada de eso lo que me llamó la atención, lo fue el verla proceder como una criminal, el mirar a ambos lados de la calle con miedo antes de dejar las bolsas, arrodillarse ante el solar y sacar, para mi asombro, un recipiente con agua que limpió y llenó y otro vacío para pienso. Cuando terminó su tarea volvió a esconder los recipientes en el solar, miró a un lado y otro de la calle para asegurarse de que nadie la había visto y siguió calle adelante a socorrer a la siguiente madre con camada. Era Rosa Ríos.
Ese fue el principio.
A día de hoy somos más, ya no podría trabajar sin Arantxa a mi lado, con la tranquilidad de que Rosa y todas esas señoras mayorcísimas pueden recogerse tranquilas sabiendo que al menos no hay hambre en nuestras calles, sin Eva y sus cuentas, sin Anahy e Irene, nuestras primeras voluntarias y ahora parte de este equipo, sin Ina que llegó un poco más tarde pero para quedarse, sin mi Pepa y su casa como casa de acogida de madres y camadas, sin Salva, hoy Vicepresidente de esta asociación y una de las pocas figuras masculinas con las que contamos y que tiene “magia” en esas manos para dirigirse a los gatos, sin Christiane, nuestra Presidenta, cuyos sabios consejos siguen guiando nuestros pasos, sin nuestras Mares, la primera por su apuesta decidida desde el primer momento para dar de alta esta asociación y darle forma legal a nuestra labor y la segunda por tener esa paciencia y ese cariño para rehabilitar animales y poder encontrarles adopción, me dejo a muchísimos de nuestros compañeros de fatigas (Elena, Isabel, Fanny, Encarna, Eva, Laura, Esmeralda, Flori, Leonor, Alicia, Paqui, Jeny, etc…), vayan mis disculpas por adelantado, pero si no corto aquí no podré contar nada más. Aunque haré una última mención a nuestros jóvenes, a José que este año hará 15 y lleva atendiendo animales cada día junto a su madre desde que tenía 11 añicos y a Cristina que es nuestra voluntaria más joven a día de hoy y acaba de cumplir los 14, voluntariosa, decidida y dispuesta a convertirse en una adulta que defienda el derecho a la vida digna de los gatos urbanos. E imploraré a la diosa Bastet para que Iratxe coja tono y vuelva pronto a casa. La echo de menos.
No todo han sido días de vino y rosas, como os podréis imaginar, han sido muchos los sinsabores hasta firmar un convenio con el ayuntamiento por el cual nuestros gatos urbanos, atendidos, esterilizados e identificados como gatos de colonia urbana, TIENEN DERECHO A LA VIDA, muchas noches de mirar a un lado y al otro como criminales de guerra por si aparecía una moto de la policía y más adelante muchas noches de explicarles uno tras otro, que nosotros solo quitamos soledad y hambre e igual que le compraríamos cualquiera de nosotros un bocadillo y un café con leche a un indigente, sacamos de donde no haya para llevar a los gatos una gotica de agua y una miaja de pienso.
Hoy aquella etapa queda tan lejos que parece que pertenece a otra vida y a otra persona, pero fue durante años mi vida, salir cada noche a hurtadillas a llevar el pienso y el agua a las colonias que aún no estaban esterilizadas y en las que, por mas pienso que compraras, o más garrafas de agua que llenaras, nunca era suficiente. Si hay una imagen que se ha quedado grabada en mi retina es la calle Honda, y en el solar madres famélicas con hijos enfermos y famélicos, un día tras otro…
El necesitar darles una oportunidad de futuro a esas criaturas ha sido mi motor durante años. A día de hoy lo sigue siendo. Y mucho tendría que cambiar para que cambiara mi manera de sentirlos, a ellos y a sus problemáticas cuando se ven obligados a convivir con nosotros.
Se supone que debería hablaros de las castraciones, era eso, ¿no Ina?, yo hablo de las castraciones.
Bueno os contaré que durante años nos ayudaban las protectoras que ya estaban consolidadas en la zona, El Portalico (mil gracias Amparo por cada animal que nos habéis ayudado a salvar), Sálvanos (gracias Ana por encontrarle casa a mi Faraón, a la pequeña Anan, a Eva y Aurum en adopción conjunta) y El Refugio (mil gracias Susana por cada vez que he tenido que levantar el teléfono para pedirte ayuda, o escribirte unas líneas con el mismo motivo y siempre has estado ahí, apoyándonos). Y os contaré algo mas, Cuatro gatos no sería posible, seguiría siendo un sueño sin el apoyo incondicional de Rosa, la veterinaria de la Clínica Salitre, que desde el principio de los tiempos ha tenido un hueco para nuestros gatos, una sonrisa para esta que os escribe y lo ha pasado realmente mal en más de una y de dos ocasiones, y jamás nos ha tratado como clientes. A día de hoy contamos con el apoyo de varias clínicas mas (Los Molinos con la buena de Amparo y Sauces con Dani y su equipo), y sin todos ellos, sin el personal veterinario que nos cuida y nos ayuda a seguir sacando gatos de la calle y dándoles una oportunidad, no tendríamos nada que hacer. Y me he dejado a alguien muy especial, a María la veterinaria, que ahora también desde Salitre nos cuida, pero que lleva haciéndolo desde el día que nos miramos por primera vez y nos dijimos “hola”.
¿Por dónde íbamos?, ah sí, por las castraciones.
Las primeras veces aprovechamos la venida a otras protectoras de veterinarios que cobraban una cantidad mínima y así comenzamos a esterilizar sobre todo madres. Llegó el momento, durante muchísimo tiempo, que un mes pagaba Rosa y al siguiente yo, y así continuamos, de a poquico en poquico, castrando hembras.
Todo fue creciendo, cuatro gatos nació y llegó el momento de realizar castraciones a lo grande…, como no me veis no podéis notar la tristeza que acompaña a estas líneas, han sido tantos animales a lo largo de estos años, y ha habido tantos a los que no hemos podido llegar…
Y aquí tengo que hacer una mención al Refugio de Sierra Nevada que tramitó la primera ayuda que desde París nos concedió la Fondation Brigitte Bardot, y desde luego a la Fondation, sin cuyo apoyo y ayuda económica no hubiéramos podido hacer cuanto hemos hecho en este último año y medio.
Recuerdo la primera cacería masiva, con dos jaulas trampa, una dejada por María del Estrecho, la buena de María que nos ha ayudado también lo que ha podido y otra por Anna Esipova. Otro de esos momentos que no se irá jamás de mí y que habla de generosidad, pero en mayúsculas, de GENEROSIDAD, fue un domingo, necesitábamos una jaula trampa como el comer, y Anna me mandó desde Granada, desde El Refugio de Sierra Nevada, a uno de sus chicos solo para traernos unos transportines y una jaula trampa. El chico me lo entregó todo en el aparcamiento del Espacio Mediterráneo y se volvió sobre sus pasos camino a Granada. Me quedé un buen rato a pie de carretera, con el asiento trasero lleno de transportines y la jaula, la puerta abierta, los brazos en jarras, y una sonrisa en el rostro.
Las primeras cazas fueron de risa, la primera parada de postas aquel día fue Monte Sacro, donde años más tarde Arantxa y yo conseguiríamos coger a Alysa con sus dos hijas y donde aquella tarde, con Gerardo como fotógrafo aficionado, no conseguimos coger a nadie, solo disgustos pq entraban, comían y allí no se cerraba nada, ni el apetito de los gatos, ni las puertas de las dos jaulas trampas.
Aquella noche cogimos un total de 24 gatos, Morería estaba casi entera por hacer, Gladys, nuestra cuidadora de la colonia de Balcones Azules cogió ella sola a 9 ejemplares, más dos que sumamos Abel y yo cuando fuimos a recogerles. Mire usted por dónde me dejaba al bueno de Abel, otra de esas figuras masculinas indispensables para el buen desarrollo de nuestra labor, él es uno de nuestros cazadores. Abel viene, yo respiro, sé que cogeremos a la hembra mediana que “se ríe literalmente de nosotros” como dice Arantxa. Ahora hacemos equipos, pero al principio, madre mía, no quiero acordarme…
Los gatos se dejaban en el transportín y cubiertos todos por una sabanica en el rellano de mi edificio, de allí salíamos a la mañana siguiente camino del lugar para esterilizar, cada viaje una experiencia, los animales se cargan, se descargan, cada transportin con su pegatina, macho, hembra, alguna herida mas que se vea, colonia a la que pertenece para no equivocarnos que cuando has hecho cinco gatos no hay problema, les pones cara y calle, pero cuando son 500….
A la noche, con todos esterilizados, vuelta al rellano, allí pasarán esa primera noche, soltando al día siguiente a los machos que tras orinar la anestesia están estupendos, las hembras necesitan un poco de tiempo más. Cómo deseo ver el día en el que contemos con un refugio para todas estas cosas, donde tengamos jaulas preparadas para poder atender como dios manda a estas criaturas que por haber nacido en la calle no tienen menos derechos que el resto. Si acaso necesitan que les miremos con más cariño y les tratemos con más respeto. SON GATOS CALLEJEROS, SERES VIVOS COMO TÚ Y COMO YO. Solo han nacido en el sitio equivocado, o han dado en su vida con el irresponsable de turno que los ha convertido en seres invisibles para esta sociedad, incapaz de responsabilizarse de ellos.
La primera vez que entré al piso y me encontré con aquellos transportines apilados, con el miedo en forma de llanto incontrolado escapando de ellos me senté en los primeros escalones y les estuve hablando de lo que deseaba para ellos, para sus vidas, les pedí disculpas por someterles a una castración sin su permiso expreso, por convertirles en seres marcados por una muesca en la oreja, por retenerles contra su voluntad y tenerles encerrados esa noche y la siguiente a la espera de poder devolverles la libertad. Fue algo muy emotivo, aún me erizo recordándolo, porque no se bien cuando dejaron de llorar y yo seguía contándoles mis planes y pidiéndoles perdón. 
Desde entonces cada vez que oigo a un gato llorar con miedo en su voz le hablo y aunque sé que no entiende qué le estoy diciendo, también sé que se siente a salvo en mis manos, y cada vez, se obra el milagro y cesa el llanto.
Y si el proceso de cogerles es pura adrenalina, además me sigo poniendo nerviosa, no como antes, es algo que tengo completamente interiorizado, pero sí un revuelo tenue en la boca del estómago, y el de llevarles, esperar y recogerles es puro nervio, por que todo salga bien y no nos encontremos con heridas que no veíamos o con problemas de otra índole, la devolución de los gatos urbanos a su medio es puro gozo. Por un lado, por otro la tristeza de no tener varitas mágicas para que no haya ningún ser vivo tirado en la calle. Verles hablarnos conforme van reconociendo olores, como comienzan a removerse, locos por que abramos esas puertas y volver a sentirse libres. Aquel que se queda estático e inmovilizado cuando se abre el transportín, -Vamos, vamos, sal, que estás en casa…-, el otro que apenas da tiempo a abrir la puerta y sale volando del encierro, la madre que noble y cariñosa olfatea en busca de la camada que sabe la espera…
Solo puedo deciros una cosa. El camino hasta aquí ha sido duro. Pero por cada uno de los gatos que hemos salvado, por cada uno de los que seguimos atendiendo en las colonias y nos reciben con esas fiestas con que lo hacen, rábicos en alto y maullidos de contento, por cada madre con camada a la que hemos podido esterilizar para que no se deshaga parto tras parto en la calle, por cada animal con sida o leucemia al que hemos podido socorrer, por cada señora mayor que nos mira y los ojos se le llenan de lágrimas mientras nos agradece que hayamos tomado el relevo a lo que ellas y tantas mujeres, sobre todo mujeres, se han dedicado, a atender a los necesitados, a todos, nuestros gatos callejeros también. 
Cada vez que una de estas cosas ocurre ha merecido la pena todo el trayecto. 
Así que, iba a decir sin más, jeje, pero sin mas no es, cortaremos aquí porque ya está bien por hoy, muchas gracias si has conseguido acabar de leerme, y gracias por esos gramos de pienso y esa gota de agua que hacen cada día para miles de seres vivos la diferencia.
Ana Rama.
Cuatro gatos Cartagena. Defensa Animal. "